La experiencia, ese recuerdo del dolor pasado que deja alguna enseñanza,
esa maestra que enseña a acomodar el cuerpo ante la caída repetida y el golpe recurrente.
Esa misma que  obliga a renunciar a lo deseado, porque te encara un futuro de miserias.

Perder así, no debería doler, aun cuando en esa pérdida todos los sueños y el futuro deseado salen arrancados de tu vida.
No debería; pero, ¿quién convence al corazón de que mañana será otro día?
Perder es perder cuando en la balanza se cuela el futuro y la sombra de lo ganado no mella todo lo que se ha perdido.

Yo todavía agradezco algunas perdidas, que a la luz de los años me evitaron cargar con algún alma podrida de egoísmo y envidia,
Se fueron como el ruido en mis oídos de sus gemidos vacíos y mentirosos.

Pero hay perdidas que me dolerán hondo, me dolerán siempre y no tendrán consuelo, y que no se creerán aquello de que el tiempo cura las heridas.

Perder es perder cuando lo que se fue lo era todo y tú no lo sabías,
perder es perder cuando ni lágrimas, ni reproches o remordimientos te devolverán lo querido.

¿Yo?, Yo he perdido.

.